Magdalena de Cao: LA RUTA MURALISTA
Víctor D. Corcuera Cueva
El
valle de Chicama, formado por el río del mismo nombre, alberga más de 30,000 ha
cultivadas con caña de azúcar. La industria de la caña está presente en todos
los lados que alcance nuestra mirada y, aún más allá. Dentro de esa extensa
capa verde, están ubicadas las Huacas que, a pesar de las adversidades y
abandono por parte del Estado, siguen de pie, erguidas; ellas son la cara de
nuestro milenario pasado. Son estas Huacas que, en el presente, dotan de
autoestima al poblador local, brindándoles otras oportunidades dignas y justas.
Procesualmente, los pobladores del distrito de Magdalena de Cao están
insertándose en una nueva economía basada -primordialmente- en la puesta en uso
social de las evidencias arqueológicas descubiertas en el complejo arqueológico
El Brujo. En ese contexto, este articulo –no turístico- es un manifiesto que
expone los cambios socio-económicos en el distrito de Magdalena de Cao,
provincia de Acope, región La Libertad.
El río Chicama, cultivos y
monocultivo en el valle medio y bajo del valle de Chicama.
La
costa norte del Perú es, por excelencia, un destino para viajeros con
identidad. Entre los diferentes valles que la conforman, existe uno que desde hace
casi tres décadas ve resurgir y brotar a su gente: el valle de Chicama. El agua
del río Chicama, proveniente de los cerros Pata de gallo y Ruecas, recorre un
trayecto aproximado de 172 km y su cuenca abarca una superficie aproximada de
6,000 Km2 (Peñaherrera del Águila, 1986:105-106) (Figura 1).
Figura 1. Las descargas
máximas observadas han sido de 242 m3/seg. (Peñaherrera, 1986:106).
El subrayado en rojo es nuestro.
Evidentemente,
es gracias al agua del río Chicama que es posible irrigar el monocultivo de
caña de azúcar, aún en épocas cuando su superficie en la parte baja del valle,
aparenta estar seca. La ingeniera actual permite, a algunos propietarios,
irrigar el monocultivo con el uso de bombas y conducir el agua con el uso de
mangas, optimizando al máximo el líquido elemento. En tal sentido, estos nuevos
métodos garantizan el verdor cañaveral en el valle medio y bajo del Chicama.
Sin embargo, el
paisaje no siempre fue así de monótono, los colores del valle de Chicama fueron
variados. Joaquín Díaz Ahumada (1962) afirma que:
“…años atrás el Valle de
Chicama estaba conformado, en toda su extensión, por numerosos fundos
agropecuarios, donde se cultivaba continuamente artículos de pan-llevar y se
fomentaba la cría de ganado vacuno, lanar y porcino en abundancia” (Díaz,1962:7).
En efecto, Rizo-Patrón y Aljovín de Losada
(1998) indican que hubo tierras dedicadas al cultivo de frutos, olivos y vid,
para la elaboración respectiva de aceites y licores, y grandes extensiones de
tierras dedicadas a alfalfares y pastos para la crianza de ganado mayor
(vacuno, caballar, mular) y menor (ovino) (Rizo-Patrón y Aljovín de Losada,
1998:252). A causa de estos diversos cultivos, el paisaje del valle de Chicama
era más colorido que, en términos ambientales, se podría decir “eco-amigables”.
Al
margen de los pleitos entre los hacendados -durante el virreinato- para
apropiarse en buenas o malas prácticas de nuevas haciendas, sus productos
contribuían al gran comercio entre las diferentes colonias españolas ubicadas
en la rivera del Pacífico. El comercio intercolonial, hace un par de siglos
atrás, permitió la riqueza de los hacendados y ésta se cimentó en la diversidad
de su oferta. En tal sentido, Frank Díaz (2014) sostiene que el Perú mantuvo un
comercio muy fluido con Chile, y por el norte con los puertos de Panamá,
Guayaquil, Realejo, Sonsonate, Saña, Mórrope y Chérrepe (Díaz, 2014:161).
Tal comercio
intercolonial justificó la ampliación, tanto en la costa, como en los andes
Liberteños, de fundos agropecuarios. Joaquín Díaz, lista –para el valle
Chicama- algunos de estos fundos:
“Bazán, Mocollope,
Sintuco, Careaga, Farías, Tutumal, La Viñita, San Jacinto, Cajanleque,
Garrapón, Santa Ana, Los Molinos, Chuín y las Viudas, Nepén, Barraza, Mocán,
San José Alto, San José Bajo, Lachi, La Capilla, Tacalá, Hacienda Arriba,
Chicamita, El Cañal, Gasñape, Pampas de Jagüey, Pampas de Ventura; esta fue la
última hacienda pequeña que sucumbió bajo el poder de la hacienda Roma. En
medio de esta gran comunidad de propiedades privadas subsistían, como
exponentes del civismo de los antiguos moradores del Valle de Chicama, algunas
poblaciones que no eran fundos ni propiedad particular, sino pueblos de
organización política y administrativa, con categoría de distritos, siendo
éstos los siguientes: Chicama, Chocope, Ascope, Paiján, Santiago de Cao,
Magdalena de Cao y Malabrigo (hoy Rázuri) (Díaz, 1962:7-8).
Ahondando
un poco más en las propiedades agrarias ubicadas en este valle, Rizo-Patrón y
Aljovín de Losada (1998) comentan que algunas de éstas eran de propiedad de los
marqueses de Herrera y Vallehermoso –élite de la sociedad trujillana del siglo
XVIII-, quienes producían azúcar, aceite, menestras. Interesante producción que
se dio gracias a la mano de obra de los más de 150 esclavos que formaban parte
de su propiedad (op. cit. pp. 252-253). Evidentemente la riqueza de estos
hacendados fue gracias al sistema despótico y esclavista imperante en aquellos
siglos (Figura 2).
Figura
2. “El palomar”, ex casa hacienda ubicada en Casagrande, Ascope, La Libertad.
Foto © Víctor Corcuera 2006
Posterior
a la independencia de 1821 y los cambios estructurales que van a dar forma a la
república incipiente del Perú, el valle de Chicama será testigo de las luchas
promovidas por los obreros trabajadores en el monocultivo de la caña de azúcar.
Se recomienda al viajero dar una leída a la obra “Historia de las luchas sindicales en el valle de Chicama” de
Joaquín Díaz Ahumada (Figura 3).
Figura 3. Obra de Joaquin Díaz
Ahumada. Libr. e Impr. Bolivariana, 1962. 72 páginas
Lo
expuesto, líneas arriba, nos brinda una idea general del paisaje del valle de
Chicama hasta la primera mitad del siglo XX. Un paisaje que, si bien el cultivo
de caña de azúcar era importante, éste se matizaba con otros de pan-llevar. La
tierra era más saludable y además las familias podían acceder al manto acuífero
con pozos artesianos de baja profundidad. Las condiciones de vida de los
pueblos de la caña, a pesar de las luchas sindicales, no han cambiado mucho en
el presente (Figuras 4 y 5).
Figura 4. Poblador en ruta a Mocollope, provincia de Ascope, región La Libertad. Foto © Víctor Corcuera 2014
Figura
5. Vista panorámica del monocultivo de la caña de azúcar desde el acueducto
Chimú. Ascope, La Libertad. Foto © Sergio Corcuera 2014
Ocupación cultural del
valle de Chicama
Actualmente,
la población del valle de Chicama no depende exclusivamente del monocultivo de
caña de azúcar, y no todos los que trabajan en este valle viven o son
originarios de la provincia de Ascope. Los nuevos comercios permiten que haya
una mayor fluidez de personas en las grandes urbes de la provincia de Ascope.
No hay que perder de vista que la ocupación cultural en esta parte del Perú se
remonta, al menos, a 14000 años. Solo para citar un botón como muestra, el dato
arqueológico nos revela que en las quebradas de esta provincia –actualmente desérticas-
se hallaron evidencias de la cultura más antigua de la costa norte del Perú, la
cultura Paiján (Chauchat et al. 1992).
Asimismo, Tom Dillehay et al. (2012)
en sus recientes investigaciones afirma que la ocupación en los alrededores de
Huaca Prieta –ubicada al extremo sur del complejo arqueológico El Brujo- se
remonta a 14, 000 años. Los resultados afirman que las poblaciones asentadas en
esta área se adaptaron gracias al consumo de productos provenientes tanto de
las estribaciones andinas, del mar y de los humedales (Dillehay et al., 2012:
418-423). O sea, los pobladores actuales de los pueblos
de la caña, tienen un legado cultural que abarca desde lo más prístino, pasando
por los Cupisnique, Salinar, Virú, Moche, Chimú, hasta la cristalización de la
civilización andina: Los Incas. Lo más interesante es que la cultura continúa,
los pobladores de Magdalena de Cao lo confirman. Sin embargo, las otras Huacas que
se encuentran rodeadas y afectadas por los cañaverales, siguen olvidadas. Esta
realidad es una deuda pendiente que el Estado debe asumir y gestionar su pronta
recuperación (Figura 6).
Figura
6. Vergüenza nacional. Locomotora colocada en la cima de una Huaca, queda como
símbolo de la destrucción sistemática de los monumentos y sitios por parte de
los barones del azúcar. Ex hacienda de Chiclín, provincia de Ascope, región La
Libertad. Foto © Víctor Corcuera 2007
Magdalena de Cao, impactos
de la gestión gubernamental y no gubernamental
Hace
un par de años, en el 2016, el distrito de Magdalena de Cao fue lanzado por el
Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR), como Destino Turístico
(Corcuera, 2016). En ese contexto las fachadas de la calle principal de este
distrito fueron re-pintadas con las mismas tonalidades de los pigmentos que
ornamentan los murales con relieves del sitio arqueológico Cao Viejo. Se
plantaron árboles y su alameda principal quedo flanqueada por poncianas, ficus
y tulipanes de Gabón. La calzada principal totalmente empedrada con adoquines
de granito, generan en el visitante un estado emocional de tranquilidad, regocijo
y hospitalidad. Magdalena de Cao es una de las comunidades aledañas al complejo
arqueológico “El Brujo”, y su renacer es parte de un proceso de intervención de
gestión del sector privado y público. Pero no es el único centro poblado, existen
otros, poco conocidas por los visitantes y que urge la presencia del Estado
(Figuras 7-9).
Figura 7. Calle principal de Magdalena de Cao, bordeada de ficus y calzada empedrada. Foto © Víctor Corcuera 2016
Figura 8. Mapa vial. Son 14.3 km desde el cruce de Chocope hasta Magdalena de Cao. Mapa elaborado por © Víctor Corcuera con el soporte de Garmin, 2016.
Figura 9. En el poblado “El Nazareno” se continúa usando las embarcaciones en totora para la pesca ancestral. Foto © Víctor Corcuera 2006
Es
innegable que la gestión, por parte de la Fundación Wiese, en el complejo
arqueológico El Brujo, ha permitido que las investigaciones sean sostenibles.
La creación del museo de sitio y la reconstrucción forense del rostro de la Señora
de Cao, han sido uno de sus más grandes logros –vinculados al monumento-
institucionales. Asimismo, cabe destacar la organización de los Coloquios arqueológicos
que durante los cuatro años que vienen organizándolos, les ha permitido reunir
a investigadores de diferentes disciplinas de investigación para exponer y
discutir temas transversales a la arqueología, educación y turismo. En tal
sentido, el complejo arqueológico El Brujo es uno de los cuatro sitios
arqueológicos (abiertos al turismo) –a nivel nacional- que cuenta con: museo de
sitio, servicio de guiado; y además realiza cursos, seminarios, talleres y coloquios.
Indudablemente, ser parte del 5.47 % de los sitios arqueológicos abiertos al
turismo en esa situación, lo pondera a nivel regional y nacional.
El Complejo arqueológico
El Brujo. Impactos en Magdalena de Cao
Desde
el 2017, la Municipalidad distrital de Cao, el Complejo arqueológico “El Brujo”
y la Fundación Wiese, organizan la feria “La señora de Cao”. Esta feria tiene
varias actividades: exposición de trabajos artesanales, innovación gastronómica,
y el paseo del busto que evoca a aquel personaje hallado en Huaca Cao Viejo, “la
Señora de Cao” (Figura 10).
Figura 10. La imagen que evoca a la Señora de Cao ingresa -transportada en andas- a la
plaza principal de Magdalena de Cao. Foto © Víctor Corcuera 2017
Figura
10 a. Por segundo año consecutivo la Señora de Cao es paseada en el pueblo.
Foto © Víctor Corcuera 2018
En
el 2005, se halló en Huaca Cao Viejo, un espacio arquitectónico ornamentado con
murales. El arqueólogo Regulo Franco, con su equipo de investigadores, halló 4
fosas funerarias que contenían a individuos de la elite la sociedad Mochica. De
éstos, destacó el fardo –intacto- funerario de un personaje que, por los
objetos asociados, se asume que fue una líder en el ámbito religioso y político
hace 1700 años en el valle de Chicama. Este personaje ha sido bautizado por los
especialistas como Señora de Cao. Su descubrimiento marcó un antes y después
para la sociedad peruana. Se confirmó que la mujer, en el pasado pre-colonial,
a causa de las estructuras de poder y una religión totalmente diferente a la
católica, le permitió gobernar su sociedad. Sus investigadores indican que la Señora de
Cao fue una gobernante y, es muy probable que haya sido curandera, una médica que,
con el uso de plantas medicinales y el conocimiento ancestral adquirido, lo
curaba todo. Este personaje fue tan importante en su época que con su cuerpo se
construyó a un personaje de la mitología Mochica, una divinidad femenina. Gabriela
Ramos (2017) indica que las creencias y las prácticas funerarias relacionadas
con la muerte tuvieron una importancia fundamental en la vida de los antiguos
habitantes de los Andes. Éstas prácticas consideraban distintos aspectos
concernientes al proceso de la muerte: los lugares de entierro, la manera como
se disponía del cuerpo y los rituales de duelo. Asimismo, considera comprender
el lugar que ocuparon los muertos y las prácticas funerarias en los procesos de
competencia y rivalidad política que caracterizaron la historia de la región
(Ramos, 2017:23-24). En ese sentido, la ubicación de la fosa funeraria, la
orientación del cuerpo y el ajuar funerario, nos indicaría que el poder de la Señora
de Cao, traspasó las fronteras del tiempo (Figuras 11-13).
Figura 11. Espacio sacro donde fue hallado la fosa funeraria de la Señora de Cao. Foto Víctor Corcuera 2008
Figura
12. Vasija escultórica, hallada en la fosa funeraria de la Señora de Cao. La
curandera porta un manto de forma del Pallar Moche. Foto © Víctor Corcuera 2010
Figura
13. Uno de los dos vestidos hallados con la Señora de Cao, éste tiene lifes
estilizados y figuras escalonadas. El vestido mide 1,25 m de largo por 98 cm de
ancho. Foto © Víctor Corcuera 2010.
La
Comisión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo – PROMPERÚ,
utilizó la imagen de la Señora de Cao como representante en diferentes Ferias
Internacionales de Turismo. En algunas oportunidades -acompañada del Señor de
Sipán-, la Señora de Cao viajó por diferentes latitudes para promocionar el
destino Perú. Los impactos de estas campañas no tardaron en dar resultados, el
flujo turístico hacia Huaca Cao Viejo aumentó. En ese contexto es entendible
que el 2016, como se escribió líneas arriba, el pueblo de Magdalena de Cao haya
adquirido la categoría de Destino turístico nacional. Por consecuencia, nuevos
emprendimientos económicos están emergiendo en este distrito, los servicios en
el ámbito turístico se van diversificando; aún no está consolidado pero el
camino ya está trazado. Los 50, 000 visitantes anuales al monumento
arqueológico lo confirman. No obstante, esta curva en positivo, no todos los
visitantes hacen uso de los servicios ofertados en Magdalena de Cao, aunque la
feria Señora de Cao esta ya dando sus primeros frutos.
Magdalena de Cao y su
explosión de colores
Este
año, la Municipalidad distrital de Cao, el complejo arqueológico El Brujo, la
asociación Pachamuralistas y la Fundación Wiese, hicieron posible que más de 40
artistas, de origen nacional y extranjero, lleguen e intervengan las fachadas
de algunas casas de Magdalena de Cao.
En
el marco del II Festival de mural ancestral Mochica, la asociación
Pachamuralistas, dirigida por el artista Roberto López, convocó a nivel
internacional la gran movida muralista que se estaba armando en Magdalena de
Cao. Los artistas acudieron y con sus propios medios llegaron, cruzando
fronteras, a este centenario pueblo. Las instituciones organizadoras les
brindaron las facilidades para que puedan plasmar sus creaciones. En este
contexto se les facilitó a los artistas, libros, revistas y acceso al monumento
arqueológico para que puedan conocer de cerca las figuras plasmadas en los
muros del antiguo templo Mochica y en los objetos expuestos en el Museo de Cao.
Los
murales fueron inaugurados el 25 de agosto del presente año. Los testimonios
–positivos- de los habitantes de Magdalena de Cao, en referencia de los murales
modernos, indican el buen impacto artístico causado en la población por parte
de los artistas. Las fachadas, desde ahora, son el testimonio moderno de la
vigencia de los códigos plasmados hace casi 2000 años en los templos Moche. Los
Pachamuralistas han dejado su impronta contemporánea, inspirados en el arte
antiguo, pero también con códigos de cuestionamiento y resistencia al sistema. Estos
artistas, de acuerdo a sus testimonios, se van con un buen recuerdo de
Magdalena de Cao. El espíritu hospitalario y cálido de la gente de este pueblo
generó una frecuencia armoniosa entre ellos y los otros. Por otro lado, los
estudiantes de la I.E. N° 80046 “Magdalena de Cao”, entregaron recordatorios a
los Pachamuralistas en acto de reciprocidad por los colores que hoy ornamentan
su pueblo (Figuras 14-30).
Figura
14. Mural en proceso del artista Olfer Leonardo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
14 a. Considerando que el viento transporta las partículas en suspensión de los
químicos, el detalle del mural cuestiona la fumigación del monocultivo de caña
de azúcar que pone en riesgo la salud de la población. Foto © Víctor Corcuera
2018
Figura 15. Los pobladores de Magdalena de Cao están más cercas a sus raíces. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura 16. Sus rostros reflejan su gratitud hacia los Pachamuralistas. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
17. Para la posteridad. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
18. El artista Richard Coral observa su mural casi terminado. Foto © Víctor
Corcuera 2018
Figura
19. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
20. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
21. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
22. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
23. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
24. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
25. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
26. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
27. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
28. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
29. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Figura
30. Pachamuralismo. Foto © Víctor Corcuera 2018
Desde
ahora, hay más de una razón y motivación para viajar y conocer Magdalena de
Cao, un pueblo centenario pero con raíces culturales milenarias. El arte y la
cultura continúa produciéndose, aceptando la modernidad y dinamizando sus
procesos. En sus calles hay más de una Señora de Cao, la cultura sigue viva
(Figura 31).
Figura 31. Magdalena de Cao, más allá del monumento. Foto © Víctor Corcuera 2018
¡Buen viaje y
nos vemos en la ruta!
Víctor D.
Corcuera Cueva
Director del
Proyecto de Caminatas e Interpretación del Patrimonio “Rutas Nómadas”
Trujillo, 30 de agosto de 2018
Referencias citadas y
bibliografía consultada
CORCUERA,
Víctor
CHAUCHAT, Claude et. al.
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de las luchas sindicales en el valle de Chicama. Librería y
Editorial “Bolivariana”, Trujillo.
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2014 Familia, fortuna y poder de un vasco noble:
Don Tiburcio de Urquiaga y Aguirre 1750-1850. Editorial Universitaria
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2012 A late Pleistocene human presence at Huaca
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1998 La élite nobiliaria de Trujillo de 1700 a
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O´Phelan Godoy / Yves Saint-Geours. Instituto Francés de Estudios Andinos –
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